Así dormíamos la siesta cuando Jimena llegó a casa. Cuando mi amor gordito pesaba un kilo y casi nos cabía en la palma de la mano. Más de tres años después, todas las mañanas sobre las 8 nos despierta y nos pide que la subamos a la cama con nosotros media horita, antes de levantarnos. A veces es media hora y otras, como hoy, consigue que me quede remoloneando en la cama con ella hasta las 11.
Misma postura, misma pata levantada, mismo brazo dormido cuando me despierto, mismos ronquiditos que echo tanto de menos cuando duermo fuera de casa.
¿Cómo se puede querer tanto a algo tan pequeño? :)
¡Un beso enorme y feliz martes remoloneador!
Indara
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