Hay veces, cuando parece que no puedes ser más feliz y que nada puede ir mejor, que el destino te da una patadita que te duele como el peor golpe. Y en estos momentos hace falta tomarse un respiro para volver a ver la vida con perspectiva y alegría renovada. Tenemos que actuar rápido, antes de que la tristeza decida instalarse de forma permanente y lo convierta todo en algo mucho más oscuro y más gris de lo que es en realidad.
La semana pasada me corté un montón el pelo, os lo enseñé en Instagram. Hacía falta una pequeña acción para servir de punto de inflexión. Pero no sé si es que no me lo he cortado demasiado (no, eso no es, se me fue la mano total) o que este invierno está siendo muy largo o que la patadita duele más de lo que podíamos imaginar, pero no acabamos de sacudirnos la tristeza de encima, así que nos vamos. Solo tres días, pero que vamos a disfrutar como si fuesen un mes.
Nos vamos a Marrakech. A un riad pequeñito, de solo cinco habitaciones, un hamman calentito, un patio con fuente relajante y una jaima en la azotea en la que desayunar con preciosas vistas a la medina. Va a ser el primer viaje de nuestra vida de solo descansar. Ni alquilar coche ni excursiones ni pateadas de kilómetros. Tumbarnos, leer, comer, pensar, regatear en el zoco, beber té, experimenar cosas nuevas y volver con el corazón cargado de sol marroquí.
No sé por qué todo lo que aquí se hace un mundo se vuelve pequeño y manejable visto desde otro país, y aún no me he ido pero ya estoy deseando volver porque sé que la felicidad está a la vuelta de la esquina otra vez. Y con Iván a mi lado nada puede nunca salir mal. :) Me piro a Marrakech en plan Carmina Ordóñez, y si me encuentro con el Chuli, el Pai y el Cabra os juro que os lo cuento. ¿Quién quiere que le traiga unas babuchas molonas?
¡Un beso enorme y feliz fin de semana!
Indara
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