Pues, de repente, así sin saber muy bien cómo, ha llegado el último día del año. Recuerdo con tanta claridad las Navidades pasadas que me parece muy tremendo que ya tengamos un pie en el 2013. Un pie y parte del otro, así que hoy de poco valen las preocupaciones y las prisas. Lo que no hayamos hecho o conseguido ya, bien puede esperar al año nuevo.
Mi plan para el día 31 es muy apetecible, ¡un día entero sin hacer nada de provecho! Levantarme tarde, arreglarme e ir a tomar el vermú y a comer con mis amigos. Hoy nos toca darnos los regalos del amigo invisible, revisar la lista de propósitos que hicimos hace justo un año, que todos se rían de mí por no haberme sacado aún el carnet de conducir y redactar la nueva lista de buenas intenciones.
Tras la siesta de rigor, a las 21.00 tenemos que ir a ver cantar a nuestro nuevo amigo septuagenario del bar cutre-vintage de Monforte. Si me seguís en instagram ya sabréis de qué va. El sábado, en pleno apogeo de vino turbio, entre La Mandanga y el Carabirurí, se lo prometimos y allí estaremos.
Y cenar (mi primer fin de año con Iván, emoción), elegir durante un rato las uvas más minúsculas posibles para intentar comerme más de seis y luego mucha juerga y champán. Y regresar a casa a la hora perfecta para escandalizar a las señoras que vuelven de misa de 8. Hay una posible extensión del plan que consiste en mantenerte despierta por todos los medios para ver el concierto de primero de año de Viena, pero casi nunca tiene éxito.
¿Qué plan tenéis para hoy? ¿Vais a intentar apurar asuntillos pendientes o desconexión hasta el año que viene? Os deseo, hagáis lo que hagáis, plan relax o plan juerga padre, con vuestra familia o con vuestros amigos, que seáis muy, muy felices. Reíd a carcajadas esta noche y exprimid cada segundo. Nos merecemos despedir el año derrochando alegría.
¡Un beso enorme y feliz último día del año!
Indara
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